Soy tan solo un desertor, yo no vine a culpar a ningún Dios...

martes, 24 de junio de 2008

Quien desde un cantero esquinado y en su forma triangular, bajo un cielo del mismo tipo que nunca le quitó el frío, y abrazado por la crudeza de hojas otoñales conviviendo con porciones de basura social, suspiró alguna que otra imágen de desaliento y desgano.
A kilómetros de distancia su madre lloraba (o al menos lo intentaba) porque no era aquello lo que planeaba desde el primer beso ni mucho menos. Cuando se encontraron ella y su marido derrapando sobre el limite de la existencia, se juzgaron el destino y siguieron adelante.

Y ella era pura, de familia bien alumbrada por un Dios interior que ellos mismos habían creado. De alguna región de Italia que ciertamente no recuerdo. Con caracter firme y en ocasiones pocas pulgas. Bastante aficionados a los gritos a causa de su tradicional reunión festiva y de rostros valientes. A su vez, conservaban un espíritu lo suficientemente sensible como para llenar la tina de lágrimas después de una pérdida o una derrota (aún dentro de la guerra y sin haberla perdido).

Y a esas cosas yo decidí quererlas como "arte".
A esas lágrimas escurriéndose en el bandoneón de mi abuelo y el piano eléctrico de su hermano.
A las dedicatorias y las composiciones no forzosas de un buen tango.
A la caligrafía perfecta del viejo que dió todo en vida para los que quiso.
A la lista de mandados que encontraba con su esencial orden perfecto cuando lo visitaba después del colegio. Y él me esperaba con un menú magistral porque había aprendido a cocinarse manjares cuando la abuela falleció.
Y él siempre sonreía. Siempre se acordaba de comprarme jugo de naranja en "coto" y mariscos.
Y nunca se olvidó el nombre de una calle. Ni del miedo que mi tío le tenía a los perros cuando aún llevaba el pelo largo... o del día que me raspé con su rosal y odié al "mertiolate" mientras él me curaba.

Y la abuela era hermosa aún de anciana. Coqueta y de porcelana. Y hacía unas pastafrolas de otro planeta y unos licuados de cualidades irrepetibles.
Y ambos se reían de golpe y fuerte.
Y a veces también lloraban.
Y querían a sus nietos.
Y un día se fueron... pero me dejaron esa energía que te hace sentir que pase lo que pase todo va a estar bien. Incluso desde éste cantero triangular rodeado de estas hojas otoñales y cada vez más basura social.

Y mi madre se había vuelto docente porque amaba ayudar a la gente, porque tenía (y tiene) una voz potente y porque le gustaba (y le gusta) que los demás incorporen lo que ella aprendió.
Así le había enseñado mi abuelo, Domingo Vidal, el día que le mostró como hacer estallar en carcajadas al nieto, levantándolo y haciéndole cosquillas en la panza como si Andrés fuera una guitarra en sus manos.
Y así le había enseñado mi abuela María, cuando le decía a Germán (con la intención de corregir su mala pronunciación):

"¿R con R?: guitarra
¿R con R?: barril
¿R con R?: ruedan las ruedas del ferrocarril"

Y como si ese primer verso por arte de magia lo hubiese encantado, Germán, con la imágen de su primo Pablo como guía (Thanks God!), aprendió el acorde de "Mi Mayor", cuyo tónica lograba tocando (al aire) la primera y la sexta cuerda de la guitarra electroacústica que papá había comprado.

Esa nota era la primera del White Album y también la primera nota de Los Beatles que Germán había escuchado.
Y a ésto le debo la magia a mi padre, que se había reído cuando le dije que ese álbum blanco me gustaba y él me contestó:
"¿Y Sgt.Pepper? Ay! No sabés lo que te perdés..."

Y mi viejo era puro también. Aunque se formó una coraza para los momentos más difíciles y le costaba (y le cuesta) decirlo.
Y creció ayudando a su padre en la obra. En una familia conflictiva destrozada por la envidia de aquel hijo de una gran puta que alguna vez se hizo llamar mi tío paterno. Y sin conformarse con el yeso y las molduras bien logradas se volvió médico. Médico cardíologo, aún sin las posibilidades que otros tenían. Esquivando escupidas y guardando cada una de las monedas para los libros.

Y se volvió un profesional porque nunca olvido el día en que su viejo, Horizonte Basilio Teodoro Biga (miren el nombre que fueron a culparle!) se le moría en la casa de Ramos Mejía, y los médicos de la zona se lo habían salvado. Y entonces mi viejo decidió dejar el fútbol en el lugar de los hobbies, no entrar en la 1era de Ferro y dedicarse a estudiar medicina, leyendo sobre hemorroides y cosas que no le importaban. Y así fué como mi viejo aprendió cada uno de sus valores.
Y en ese contexto turbio y en el desencanto de los conflictos familiares, reproches de ignorantes y devoluciones de invitaciones de casamiento (como si el amor tuviese la culpa!!!) aprendió a ser un hombre sentimentalmente fuerte a la imágen del resto. Aprendió a convencernos un poco de que muchas cosas le resultan inofensivas con una frialdad fingida.

Pero al paso del tiempo yo aprendi a jugar algunas fichas... a cebarle algún mate o a tocarle el alma con videos de Harrison y McCartney, que le roban lágrimas al minuto de reproducción.

Yo pienso que lo devuelven al barrio.
Al momento en que apenas podía imaginarse los rostros de The Beatles, porque no había tanta globalización como hoy y porque sus posibilidades eran reducidas.
Yo pienso que esos videos lo llevan al momento en que se juntaba con su mejor amigo y tocaban sus guitarras por encima de esos compilados nacionales de traducciones falsas que no aparecen en el catálogo británico de los Beatles (y ellos te los nombran: "El que tenía la manzanita en el medio!") Vaya pista! Seguro era de la última época!
Yo apuesto a que cada video de esos que lo hacen lagrimear lo devuelve a la sensación magistral de estar horas afinando la guitarra nacional "Faim", que nunca quedaba en tono, para poder tocarle "Till There Was You" a mi vieja.
O al momento en que él viajaba en un fitito destrozado reproduciendo el "Magazine" de *Beatles For Sale* que Liliana le había comprado.
O al momento en que los discos de The Beatles salieron en Stereo. Y con mi vieja se sorprendían... "Mirá! Parece como-que-hay-más-sonidos-que-antes"
O a las vacaciones accidentadas.
A Neuquén y las guardias.
Al taller que tenía su viejo en el fondo,
y que el reprodujo ahora en nuestra casa.
Donde disipa todas las energías que lo desorientan y se olvida, arreglando todo-eso-que-quizas-no-necesita-ser-arreglado. Pero es simplemente una forma de distraerse de lo más dificil.
Y con sus herramientas sonríe un poco más, o al menos tiene un motivo.
Y así me pasa a mi con mis guitarras y con mis discos,
y con mis relativos y con mis libros de música.

Y así yo aprendí a entender, y más ahora (en mi cantero triangular) que él se rompió el orto más alla de toda negativa. Y en Neuquén tuvo a mis hermanos.

Andrés era inquieto y aún sigue siéndolo. Estaba en la calesita y ya pensaba en el tobogán. Y cuando iba al tobogán decía: "Y después al sube-y-baja!"
Cristian era sonriente y sigue siéndolo. Y heredó el futbol de mi viejo y la música y también el caracter calentón, pero siempre sonreía.
Y Marcos heredó mil valores más que el resto y de chico tuvo un caracter definido, maduro y precoz que sorprendía a quien con él hablaba (y aún sigue teniendolo). Y fue mi hermano, mi amigo y también mi padre y aún sigue siéndolo.
Y después llegué yo que fui celoso y lo demostraba. Y terminé en este cantero, silbando melodías de Rubber Soul con mi -buzo-bross-azul- de la suerte, desertando al todo y a la nada.
Corriendo canciones para alcanzarlas y guardármelas.
 
Y todos crecimos con dolor de diferente tipo, color y procedencia.
Y todos tenemos un poco de arte en el alma.
Y todos nos sentimos mal y todos nos encerramos a veces.
Porque no hay alma sin dolor en este mundo.
Y todos seguimos caminando el long and winding road, y cada uno a su manera... como quiere pero sobre todo como puede.
Y yo pude y quise en este cantero triangular.

Creanme, "yo sé lo que es estar muerto".
Pero no teman...

soy tan solo un desertor y no vine a culpar a ningún Dios.

3 comentarios:

Rula Sucundum dijo...

Hiciste una biografia hermosa de tu familia, me trajiste a mis abuelos (mi abuelo tocaba el bandoneón, ese es un sonido de la infancia que tengo grabadísimo), a mi hermana disfrazada de Pablo diciendome "ésto es MI, así, practicalo", a mi mamá cantando tango hasta hoy (y mis ojos borrosos, eso no lo puedo evitar).

Vos lo dijiste Biga, eso es arte, esa gente es arte, el poder de los recuerdos..

gracias, gracias en serio por semejante post.

un abrazo!

un tal león dijo...

que lindo la puta madre

todo lo que diga esta de mas


te quiero mucho


me pusiste la piel de gallina

La Perla Irregular dijo...

uy Krishna!

siento un orgullo indescriptible de compartir tu sangre, primo!

cómo los extraño a mary y a mingo! cuantos recuerdos increibles che...

como bien dice george y acá se aplica al cuadrado: it s all too much.

demasiadas GRACIAAAAAAAAAAAAS!!!!